Pero lo peor fue el Facebook, nuevamente. Admitámoslo, Facebook tampoco debe ser una muestra significativa de nada, y este post más pesimista que lo que debería, pero la bilis y la carne viva que mostró el lunes me dejó muerto. Medio deprimido en la mañana me anoté en un grupo, "yo tampoco puedo creer que no se haya anulado", o algo así, que dos días después llega casi a 38 mil miembros. El grupo era una especie de espacio para compartir dolor, y altas dosis de bronca, indignación y odio hacia el otro 52% que no votó la ley. El otro 52% no solidario, indiferente, cornudo, traidor, hipócrita, sin memoria, fascista, egoísta, blanco, colorado. Cuánto nos va a tomar para sacar cada uno de esos adjetivos, y ese dolor, de la cabeza de esa gente. Medio país. 1 de cada 2. Es mucho para tenerle bronca.
Y el otro 48%, el otro medio país, que mira para atrás, que está perdido en el pasado, frentista, que reivindica terroristas y vota a un ladrón y un asesino. Se perdió el norte, se mezcló una ley con un partido, a los votantes de una con los votantes de otra.
Pero no es solo la ley, es la ley, y los partidos, y la bilis, que no se de donde sale, que producen los partidarios.
¿Cómo arreglamos el entuerto? Es medio país del otro lado. ¿Podemos darnos el lujo de ver a medio país como una basura?.
Y sí, parte de la culpa la tienen los propios políticos, arengando y recurriendo a lo que sea para obtener votos. No importa si digo una estupidez que se que es media falsa, siempre que sume. Cuanto más asco de el contrincante, y el que lo vota, más votos me llevo yo. Pero otra parte la tenemos nosotros, de tragarnos toda la basura que nos embuten, de creernos que vemos algo que otros no y por eso somos mejores, cuando eso que vemos nos lo pinta alguien en la cara y solo salimos a repetirlo. Estamos parados en hombros de tarados, y la bilis solo sube, y los tarados son bajitos.